El modelo de El Alegria, con una barra clásica, con la ensaladilla rusa, los boquerones, las anchoas y las aceitunas y nada que haga sospechar que, en realidad, a solo un par de metros, se esconden las ostras, las albóndigas, las gambas, la sepieta encebollada o un sinfín de platos en apuesta por una carta ambiciosa, vinos naturales y buena música en la reapertura de un clásico que está dando mucho de qué hablar. No busca una propuesta rompedora ni ofrecer cocina creativa, sino mantener el alma de un bar con 130 años de recorrido que han rehabilitado con acierto…y el modelo de Granja Elena -alta cocina de barrio-, en un barrio muy alejado de aglomeraciones y turistas, se ha convertido en el secreto (a voces) gastronómico más codiciado de la capital catalana. Borja y Guillermo Sierra, herederos de un negocio familiar fundado en 1974, gestionan esta casa que comienza a servir desayunos de cuchillo y tenedor a las siete de la mañana y cierra sus cocinas a las cuatro de la tarde.